Me encanta este referente y lo que resaltas de este trabajo de preparación. Confieso y agradezco a este curso y al de introducción, la transformación de mi mirada en relación a la dedicación que se le debe otorgar a esta gran labor. Empiezo a reafirmar que las acciones derivadas de la preparación también me sientan bien y me aprovechan
Gracias
Este post me trae a la memoria este relato de Juan José Millás que utilicé varias veces en grupos de lectura con gente mayor.
Por desgracia, a pesar de lo mucho que me gusta y lo que he reflexionado con él, sigo sin encontrarle el puntillo a hacer las tareas del hogar…
Aunque al principio del texto menciona algo que creo que es clave: la prisa que tengamos en hacerlo.
Creo que ese es el quid de la cuestión para que se rompa la magia de esa “meditación activa” y con mi pésima gestión del tiempo, pues eso, que hoy por hoy no he conseguido pillarle el punto a fregar los platos.
😀 ¡Gracias por compartir Marisa! Muy de acuerdo contigo. Yo convivo con ambas sensaciones, a veces con prisa y con este tipo de tareas que me pesan y agobian. Otras, lo consigo tomar como ese momento placentero de reconexión. Depende del tiempo, del volumen, de la cantidad de cosas acumuladas… Ahora mismo por ejemplo, que estoy enferma y sin fuerzas, tengo un lío en las salas y almacenes de cosas que han venido de otros espacios y me está costando verlo desde esa visión Zen 😀
¿ES GRAVE, DOCTOR?
De joven, compartí piso con una chica que lo primero que me dijo fue que le reventaba fregar los cacharros, de manera que me tocó a mí. Al principio me parecía un engorro, creo que porque me empeñaba en terminar en seguida, pero luego le cogí gusto y limpiaba en una hora el mismo número de platos que cualquier persona normal habría liquidado en media. Lo que me gustaba de aquella actividad era que me ponía intelectualmente en marcha. A los diez minutos de estar sacándole brillo a una cacerola de aluminio, las neuronas trababan amistad entre sí y resolvía problemas que en la mesa de trabajo me habrían llevado días. Fregar me ayudaba a entrar en un raro estado de concentración del que obtenía beneficios increíbles. Sin embargo, a mi compañera le sentaba fatal verme disfrutar de ese modo y comenzó a pensar que compartía piso con un depravado.
—¿Pero tú por qué no protestas cuando te toca fregar?
—Porque me gusta.
—No gastes bromas. Cómo te va a gustar.
—Es cierto. El correr del agua y el ver cómo se marcha la porquería de las sartenes por el sumidero me hunde en una especie de éxtasis que me ayuda a reflexionar sobre la existencia.
Al principio pensó que le tomaba el pelo, y luego que era un pervertido. Cuando teníamos invitados y me veía levantarme después de comer para recoger la cocina, la oía murmurar cosas sobre mí. Una vez llevó a su madre, quien tras observarme de arriba abajo me preguntó si era yo ese al que le gustaba fregar.
—Soy uno de ellos —respondí sintiéndome miembro de una secta secreta de fregadores repartidos por el mundo.
Al día siguiente la chica abandonó el piso sin despedirse y tuve que poner un anuncio en los tablones de la Facultad, pues no podía hacer frente yo solo al alquiler. Siempre he preferido vivir con mujeres que con hombres, por lo que solicité una compañera. Vino una estudiante de medicina que lo que no podía soportar de ningún modo era tender la ropa. Yo nunca me había ocupado de eso, pero a las pocas semanas empezó a gustarme y estaba deseando encontrar algo mojado para colgarlo de las cuerdas. Bien es cierto que teníamos un patio interior muy sugerente, y que a mí me apasionaba imaginar las vidas que discurrían al otro lado de las ventanas que se veían desde la nuestra. Al poco, me pasaba la vida tendiendo y mi compañera empezó a sospechar que había ido a caer con un mirón o un psicópata, así que se fue y tuve que poner otro anuncio gracias al que aprendí a cocinar, y así de forma sucesiva.
Evidentemente, tengo una rara capacidad para que acabe gustándome lo que he de hacer por obligación. Ello me ha creado fama de bicho raro entre mis conocidos. También eso me encanta, y lo cultivo, lo mismo que tender la ropa o fregar cacharros. ¿Es grave, doctor?
Juan José Millás
A mi me relaja muchisimo diseñar composiciones. Ese momento que estás sola y vas
pensando y cambiando los diferntes elementos. Incluso me llega a enganchar y lo necesito. Y es que en la vida cotidiana del cole no encuentras esa paz y el tiempo va tan deprisa que no te deja disfrutar del momento.
El concepto meditación activa me parece acertado. Si os digo que era algo que me gustaba de trabajar en las tiendas, me llamarías loca. Pero perchar y doblar esas miles de prendas en las mesas de rebajas, me parecía un momento de paz. Organizar espacios para el trabajo también me gustaba. Todo muy fisico. Hacer ese trabajo ahora con conchas y piñas y aprendiendo conceptos estéticos y artísticos, me parece bastante mejor. Gracias por las inspiraciones.
Me gustaron mucho estos artistas, solamente conocía a Richard Long. Me recordaron, tanto estos artistas como las composiciones efímeras, algunos otros artistas como Pepe Gimeno, Kristen Meyer (es muy interesante su cuenta de IG), Andy Goldsworthy (land art), Josiah Mcelheney (hace unas vitrinas de objetos muy lindas),Nizar Ali Badr (realiza composiciones con piedras, que además tienen un sentido y un simbolismo),
Me encanta este referente y lo que resaltas de este trabajo de preparación. Confieso y agradezco a este curso y al de introducción, la transformación de mi mirada en relación a la dedicación que se le debe otorgar a esta gran labor. Empiezo a reafirmar que las acciones derivadas de la preparación también me sientan bien y me aprovechan
Gracias
Muchísimas gracias por compartir, no conocía Laib!!!
Este post me trae a la memoria este relato de Juan José Millás que utilicé varias veces en grupos de lectura con gente mayor.
Por desgracia, a pesar de lo mucho que me gusta y lo que he reflexionado con él, sigo sin encontrarle el puntillo a hacer las tareas del hogar…
Aunque al principio del texto menciona algo que creo que es clave: la prisa que tengamos en hacerlo.
Creo que ese es el quid de la cuestión para que se rompa la magia de esa “meditación activa” y con mi pésima gestión del tiempo, pues eso, que hoy por hoy no he conseguido pillarle el punto a fregar los platos.
😀 ¡Gracias por compartir Marisa! Muy de acuerdo contigo. Yo convivo con ambas sensaciones, a veces con prisa y con este tipo de tareas que me pesan y agobian. Otras, lo consigo tomar como ese momento placentero de reconexión. Depende del tiempo, del volumen, de la cantidad de cosas acumuladas… Ahora mismo por ejemplo, que estoy enferma y sin fuerzas, tengo un lío en las salas y almacenes de cosas que han venido de otros espacios y me está costando verlo desde esa visión Zen 😀
¿ES GRAVE, DOCTOR?
De joven, compartí piso con una chica que lo primero que me dijo fue que le reventaba fregar los cacharros, de manera que me tocó a mí. Al principio me parecía un engorro, creo que porque me empeñaba en terminar en seguida, pero luego le cogí gusto y limpiaba en una hora el mismo número de platos que cualquier persona normal habría liquidado en media. Lo que me gustaba de aquella actividad era que me ponía intelectualmente en marcha. A los diez minutos de estar sacándole brillo a una cacerola de aluminio, las neuronas trababan amistad entre sí y resolvía problemas que en la mesa de trabajo me habrían llevado días. Fregar me ayudaba a entrar en un raro estado de concentración del que obtenía beneficios increíbles. Sin embargo, a mi compañera le sentaba fatal verme disfrutar de ese modo y comenzó a pensar que compartía piso con un depravado.
—¿Pero tú por qué no protestas cuando te toca fregar?
—Porque me gusta.
—No gastes bromas. Cómo te va a gustar.
—Es cierto. El correr del agua y el ver cómo se marcha la porquería de las sartenes por el sumidero me hunde en una especie de éxtasis que me ayuda a reflexionar sobre la existencia.
Al principio pensó que le tomaba el pelo, y luego que era un pervertido. Cuando teníamos invitados y me veía levantarme después de comer para recoger la cocina, la oía murmurar cosas sobre mí. Una vez llevó a su madre, quien tras observarme de arriba abajo me preguntó si era yo ese al que le gustaba fregar.
—Soy uno de ellos —respondí sintiéndome miembro de una secta secreta de fregadores repartidos por el mundo.
Al día siguiente la chica abandonó el piso sin despedirse y tuve que poner un anuncio en los tablones de la Facultad, pues no podía hacer frente yo solo al alquiler. Siempre he preferido vivir con mujeres que con hombres, por lo que solicité una compañera. Vino una estudiante de medicina que lo que no podía soportar de ningún modo era tender la ropa. Yo nunca me había ocupado de eso, pero a las pocas semanas empezó a gustarme y estaba deseando encontrar algo mojado para colgarlo de las cuerdas. Bien es cierto que teníamos un patio interior muy sugerente, y que a mí me apasionaba imaginar las vidas que discurrían al otro lado de las ventanas que se veían desde la nuestra. Al poco, me pasaba la vida tendiendo y mi compañera empezó a sospechar que había ido a caer con un mirón o un psicópata, así que se fue y tuve que poner otro anuncio gracias al que aprendí a cocinar, y así de forma sucesiva.
Evidentemente, tengo una rara capacidad para que acabe gustándome lo que he de hacer por obligación. Ello me ha creado fama de bicho raro entre mis conocidos. También eso me encanta, y lo cultivo, lo mismo que tender la ropa o fregar cacharros. ¿Es grave, doctor?
Juan José Millás
A mi me relaja muchisimo diseñar composiciones. Ese momento que estás sola y vas
pensando y cambiando los diferntes elementos. Incluso me llega a enganchar y lo necesito. Y es que en la vida cotidiana del cole no encuentras esa paz y el tiempo va tan deprisa que no te deja disfrutar del momento.
El concepto meditación activa me parece acertado. Si os digo que era algo que me gustaba de trabajar en las tiendas, me llamarías loca. Pero perchar y doblar esas miles de prendas en las mesas de rebajas, me parecía un momento de paz. Organizar espacios para el trabajo también me gustaba. Todo muy fisico. Hacer ese trabajo ahora con conchas y piñas y aprendiendo conceptos estéticos y artísticos, me parece bastante mejor. Gracias por las inspiraciones.
Exactamente, a eso me refería.
Me gustaron mucho estos artistas, solamente conocía a Richard Long. Me recordaron, tanto estos artistas como las composiciones efímeras, algunos otros artistas como Pepe Gimeno, Kristen Meyer (es muy interesante su cuenta de IG), Andy Goldsworthy (land art), Josiah Mcelheney (hace unas vitrinas de objetos muy lindas),Nizar Ali Badr (realiza composiciones con piedras, que además tienen un sentido y un simbolismo),